La confianza en estos actores es lo que nos deja sacrificar la estética individual por el descubrimiento de una construcción colectiva, que incorpore todas las subjetividades. Se traduce en un grito, en un símbolo estético, y político donde nos identificamos recíprocamente en nuestras luchas.
Plasmamos esos símbolos como productos colectivos. Acompañando luchas por la dignidad del trabajo, por la soberanía alimentaria, por la distribución de la riqueza, por los derechos de los niños y en contra del hambre, por los derechos humanos, por los de nuestros pueblos originarios, por sus tierras y la conservación de su cultura. Por la libertad.
Nuestra propuesta artística comienza a construirse con un primer acercamiento en búsqueda de los protagonistas y sus motivos de lucha. Este primer momento tiene una duración variable y se ve sintetizado en las palabras de los actores. Llegar hasta el lugar y conocer a los protagonistas produce el primer encuentro.
Hay resistencia crece la esperanza.
Nuestra historia como grupo comienza en el “Bodegón Cultural: Casa de Pocho”. Claudio “Pocho” Lepratti, militante social del barrio Ludueña de Rosario asesinado en su lugar de trabajo durante la represión policial ocurrida en diciembre de 2001 en nuestro país.
La propuesta plástica se organiza en torno a un pedido de justicia que de a poco se fue transformando en una movida cultural que se estructuró sobre la casa en la que él vivía.
Siempre arraigada al corazón del barrio.


Luego el ejemplo de Claudio como hormiga que deja todo por la comunidad comenzó a caminar por las villas de nuestro país.
Siempre anduvo y aún sigue en su bicicleta ahora alada predicando, que “¡el invierno eterno no existe, si despertamos se va!” o que “podemos y debemos construir la primavera”. Pocho iba de casa en casa, de barrio en barrio, de joven a joven haciendo preguntas, entregando papelitos con actividades e invitando al encuentro y a formar grupos de jóvenes y niños -siempre alrededor de una escusa: juntarse a compartir un guiso.

Su trabajo con los niños nos inspiró a trabajar siempre con ellos. Apoyando la lucha del Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo y su campaña “el hambre es un crimen” por distintos centros comunitarios que tiene la red en todo el país y acompañando sus marchas. Elaboramos murales y pudimos plasmar algunos de sus reclamos junto a los chicos y a los educadores que trabajan con ellos.



Los colores provocan. La alegría de los niños se contagia a todos, pero principalmente por nuestro proceso de primeros encuentros nos contagia a nosotros y las consignas se acompañan con murales festivos que modifican el paisaje tenso y gris de las villas miserias y los barrios pobres del cordón industrial.







Para nosotros esto es más que gratificante, también lo es llegar a estos centros comunitarios y descubrir que sus chicos ya saben de la historia de Pocho porque su bicicleta alada y él en forma de hormiga llegaron antes que nosotros.





aquí debajo, el día de




Una vez, entre hormigas que luchan por recuperar lo que es nuestro, oímos hablar de un Comandante: el “Che” Guevara.



Y… ¿cómo no ir a “la ruta del Che”, en Valle Grande,


El Gobierno cubano nos regaló la publicación de la estampilla donde aparece el ángel de la bicicleta entre otros íconos de la lucha Latinoamericana en el mural que pintamos en la escuelita donde mataron al Che, en Valle Grande, La Higuera, Bolivia.
1 comentario:
Publicar un comentario